El tema surge a propósito de un destacado evento que tuvo lugar los pasados 20 y 21 de septiembre en Madrid. Me refiero a la “II Conferencia España-Iberoamérica de Responsabilidad Social de las Empresas: Alianzas Público-Privadas para el Desarrollo”, organizada por la Fundación Carolina. Como ya es habitual, se trató de una reunión importante, con gran convocatoria y con un grupo de conferencistas de muy alto nivel que incluyó a un ex Presidente (Costa Rica), al Vicepresidente Segundo de España y a directivos de empresas como Oxfam, Repsol-Ypf, Iberdrola, Shell, Pnud y Bid, para citar sólo a unos cuantos. Todo bien salvo por tres cosas que llaman mi atención: 1) La perenne insistencia española de utilizar el término Iberoamérica, detalle que entra en una cuestión más allá de la semántica; 2) Entre casi 30 panelistas participantes de una conferencia España-Iberoamérica, solo dos fueron latinoamericanos, y por supuesto no hubo ni un solo representante de algún sector público latinoamericano; y 3) el punto focal –evidentemente- estuvo en las estrategias para hacer RSE de la mano del sector público, y no en las acciones y/o en los receptores de los programas de RSE.
En el nuevo entorno global, ante los actuales retos a los que nos enfrentamos de crecimiento demográfico, consumo insostenible de recursos, terrorismo e inestabilidad política, y situación socioeconómica en la que vive un porcentaje tan alto de la humanidad, algunas empresas han entendido que tienen una responsabilidad moral a la hora de responder a los problemas globales. Sin embargo, a medida que las prácticas y la aceptación de la RSE por parte de las empresas es cada vez mayor, también crecen las críticas y el escepticismo sobre la intención de las mismas.
Y no es para menos, teniendo en cuenta que la “Responsabilidad Social” tuvo que nacer de una historia larga y penosa, protagonizada por el activismo de la sociedad civil y varios desastres ambientales y humanitarios producidos (in)directamente por grandes empresas transnacionales. En el libro “La RSE ante el espejo. Carencias, complejos y expectativas de la empresa responsable en el siglo XXI” de Fernando Casado Cañeque (2006, España), podemos encontrar relatos documentados de varios hechos que conviene rescatar porque son la génesis de la RSE, en contextos de deficiente protección estatal.
Como relata F. Casado, “…el 10 de noviembre de 1995, el activista y escritor Ken Saro Wiwa y ocho miembros de la comunidad Ogoni, en Nigeria, fueron ejecutados por el Gobierno militar del general Sani Abacha. Saro Wiwa era presidente del Movimiento para la Supervivencia de los Ogoni, y lideraba un movimiento pacifista que denunciaba los daños ambientales en la región por parte de diversas multinacionales, especialmente Shell. En la declaración que escribió antes de ser ahorcado, Saro Wiwa declaró que él y sus compañeros no eran los únicos que estaban siendo juzgados: 'Shell está también siendo juzgada […] y llegará el día en que la guerra ecológica que la empresa ha empezado en el Delta (de Níger) será llamada a la justicia, y sus crímenes serán pagados'. Las ejecuciones fueron contestadas con movilizaciones masivas en todo el país y con la expulsión de Nigeria de la Commonwealth. El Gobierno respondió de forma represiva y brutal. Se estima que se cometieron más de 2000 asesinatos y miles de personas se vieron obligadas a exiliarse. Shell cambió su política de empresa y desde entonces ha intentado liderar el movimiento empresarial que pretende reconciliar el desarrollo económico con el respeto al medioambiente y los derechos humanos. En una declaración autocrítica, atípica en este tipo de empresa, en su Informe anual de 1998, Shell reconocía que 'nos hemos mirado en el espejo, y no nos hemos reconocido, ni nos ha gustado lo que hemos visto'…”
Tiempo después, empresas mundiales como Nike, Levis, Disney o Adidas fueron denunciadas por violar los derechos humanos, promover el trabajo infantil y contaminar el medioambiente. La reacción social traducida en boicot contra estas empresas abarcó varios países incidiendo significativamente en sus niveles de ventas. El 2005 en Nigeria, el Movimiento por la Emancipación del Delta del Níger (MEND por sus siglas en inglés), secuestró a cuatro trabajadores de Shell y anunciaron su campaña “Operación Cambio Climático” con el objetivo de cometer atentados contra plantas de extracción y secuestrar a trabajadores extranjeros para proteger a la región de la explotación de las empresas transnacionales. La campaña también tocó a empresas como Agip (Italia) y Total (Francia) afectando gravemente sus exportaciones de crudo.
En 2002, el barco petrolero Presitge causó un inmenso daño ecológico al derramar su carga de crudo en costas gallegas. La respuesta ciudadana dio lugar al movimiento ciudadano "Nunca Máis" (Nunca más, en castellano) cuyo objetivo declarado es evitar la repetición de desastres ecológicos en Galicia, el castigo de sus responsables y la reparación de los daños. Ha recibido numerosos apoyos, siendo elogiada por introducir estas temáticas en el debate político .
En 2006, junto al rechazo de varios movimientos sociales y asociaciones de consumidores, Naturewatch y Uncaged pidieron boicotear los productos de Body Shop, luego de que su presidenta Anita Rodik, quien fuera pionera y símbolo del moviendo de RSE por combinar ética y comercio inspirando a millones de personas, vendió su empresa a L´Oreal en $us 938 millones. L´Oreal ha sido muchas veces acusada de realizar pruebas con animales y por no respetar los derechos humanos. La respuesta inmediata fue que el equipo de Anita Rodik formaría a los ejecutivos de L´Oreal en valores éticos y comercio.
El tema de la “Responsabilidad Social” no es más una excentricidad de algunas grandes empresas, ni tampoco es únicamente una estrategia comercial. En realidad, RSE hoy en día es una cuestión indispensable para que una empresa pueda mantenerse en su mercado. Los organismos internacionales, así como los gobiernos de una gran cantidad de naciones en el mundo, hoy suscriben la necesidad del respeto al medio ambiento y los derechos humanos en toda actividad empresarial susceptible de afectarlos. El ojo casi siempre está puesto en las empresas transnacionales, pero también lo está cada vez más en pequeñas y medianas empresas vía certificaciones de calidad o, simplemente, a través de la sociedad civil organizada.
De cualquier forma, la RSE es un avance significativo sobre el pensamiento ortodoxo y neoliberal. Destinar recursos para esas actividades significa –muchas veces- sacrificar ganancias necesarias para mantenerse en el mercado. Es un enfoque distinto (y rentable) al tradicional enfoque unidireccional de reducir costos. Es verdad que las empresas con un buen programa de RSE ganan, pero también es verdad que la sociedad gana. Probablemente la duda esté si en el balance final la suma es “cero". Ahora bien, encontrar resultados depende, muchas veces, de cuestiones tan simples como preguntarse si estamos o no (los consumidores) comprando bienes y servicios de empresas que están causando algún tipo de daño en algún lugar del mundo. Pero por otro lado, también debemos exigir que los gobiernos y los organismos internacionales y de cooperación, rindan cuentas a los ciudadanos sobre la forma y los resultados con los cuales están llevando a adelante las llamadas “alianzas público-privadas para el desarrollo”.
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